martes, 22 de septiembre de 2009

Su boca que era mía ya no me besa más, se apagaron

los ecos de su reír sonoro y es cruel este silencio que
me hace tanto mal.

F
ue mía la piadosa dulzura de sus manos que
dieron a mis penas caricias de bondad, y ahora que la evoco
hundido en mi quebranto, las lágrimas pensadas se niegan a brotar,
y no tengo el consuelo de poder llorar

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